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Ignacio Luque

ENTREVISTA|Las Fake News en la esfera política

ENTREVISTA|Las Fake News en la esfera política

Marta Pérez Escolar, profesora de Opinión Pública de la Universidad Loyola Andalucía.

En esta entrevista conoceremos cómo las fake news siempre han estado presentes y además, Marta puntualiza de que existen dos tipos de noticas falsas: las desinformaciones y las misinformaciones. También hace referencia a los diferentes usos que les dan los partidos políticos y a los algoritmos de google, que facilitan la transmisión de noticias falsas que son favorables al punto de vista del usuario. Considera que las democracias están siendo muy dañadas por las fake news y no cree que sea fácil convertir las redes sociales en una fuente de verdad.  

ME… ME HAS ENGAÑADO

ME… ME HAS ENGAÑADO

Los memes, poco a poco, han pasado a ser parte de nuestro día a día.  A pesar de su apariencia inocente, hay que mantenerse también atentos a ellos, puesto que pueden ser fuentes desinformativas.

Gracia Sumariva Reyes

 

¡Que levante la mano quien no haya visto un meme en las últimas veinticuatro horas! Difícil, ¿verdad? Con el auge de las redes sociales, los memes han pasado a ser parte de nuestro día a día. No obstante, a pesar del trato tan cercano que tenemos con este tipo de contenido, poco sabemos acerca de él. En este artículo repasamos qué son los memes y qué relación tienen con la desinformación, y desmentimos algunos de los más famosos.

 

Fuente: Gracia Sumariva Reyes (vía memegenerator.es)

¿Qué son los memes?

Los memes son todos aquellos contenidos multimedia que contienen una idea o pensamiento, y que consiguen una difusión importante en Internet, sobre todo a través de las redes sociales. Así pues, el concepto de meme no se limita solo al típico formato imagen al que estamos tan acostumbrados, sino que también incluye vídeos, audios, ilustraciones o cualquier otro tipo de medio. De hecho, lo que se ha considerado como el primer meme de internet, era un vídeo. Richard Dawkins, un famoso científico británico, define los memes como vehículos de ideas y como unidades de transmisión temporal. Es decir, cada una de estas pequeñas piezas contienen un mensaje que es capaz de propagarse en el espacio y mantenerse en el tiempo de forma ilimitada. Por tanto, hay que tener en mente dos atributos. Por un lado, son piezas comunicativas que contienen un mensaje, que puede o no ser veraz. Por otro lado, son piezas que se caracterizan por su capacidad de durar en el tiempo y de ser difundidas, hasta alcanzar la viralidad, sobre todo, gracias a Internet.

Ooga Chaka Baby: el primer meme de Internet 

¿Qué relación existe entre los memes y la desinformación?

Como venimos insistiendo en La Faketoría, no todo lo que comunica es información veraz, honesta y leal. Esto, también ocurre con los memes. Los desinformadores comparten falsedades a través de memes virales. Por ejemplo, en los comienzos de la crisis del coronavirus, se hizo viral un meme gráfico en el que se emulaba la identidad visual de las noticias de la cadena norteamericana CNN y se notificaba que el consumo de cocaína era un remedio contra el COVID-19. Si bien esta imagen era totalmente falsa y carecía de cualquier tipo de rigor científico, mucha gente lo tomó por verdadero. Esto llevó a que muchos medios nacionales e internacionales trabajaran en su desmentido por las bastas consecuencias que podría llegar a tener esta desinformación.

Fuente: Twitter

La desinformación consiste en la creación de mensajes falsos con el objetivo de dañar a una persona o a un grupo.  Si bien existen memes malintencionados relacionados con todos los temas, la mayor parte de estos están vinculados al ámbito de la política. Son contenidos de consumo fácil, generados para apelar al sesgo de confirmación del receptor, y cuya sencilla difusión permite que sea recibido y compartido por un amplio grupo de personas que comparten las creencias que el meme apoya.  En muchas ocasiones, el objetivo último que tienen estos contenidos desinformativos es impactar en el comportamiento político del receptor, favoreciendo la polarización.

Desde hace algunos años hasta ahora, algunas redes sociales como Facebook o Twitter han puesto en marcha mecanismos de escrutinio para evitar la difusión de memes desinformativos a través de ellas. Sin embargo, WhatsApp e Instagram siguen estando bastante ‘‘desprotegidas’’ frente a este tipo de contenidos. Esto presenta un gran problema en España, donde la red social más usada es WhatsApp.

 

Desmentido

Desinfaketion Hub es la sección de La Faketoría que se encarga de la labor del desmentido de contenidos falsos. Las imágenes interactivas que se muestran a continuación desmienten algunos de los memes más virales.

No, el Coronel Castejón NO es el abuelo de Pedro Sánchez

No, Jorge y Mohamed NO existen

No, Santiago Abascal NO cogió un megáfono al revés

NO, Alberto Sánchez NO existe

 En definitiva, hay que estar muy atentos a todo el contenido que nos llegue, sea noticia, audio, imagen o vídeo. Si en algún momento surgen dudas, lo más importante es verificar. La mentira está en todas partes. 

ENTREVISTA | César Peña: “Lo interesante es dominar el lenguaje de la misma manera que lo domina el creador de bulos y hacer la verdad atractiva”

ENTREVISTA | César Peña: “Lo interesante es dominar el lenguaje de la misma manera que lo domina el creador de bulos y hacer la verdad atractiva”

María Hidalgo y Manuel Carmona
César Peña es uno de los periodistas del LAB de RTVE, un laboratorio de innovación audiovisual en el que los enfoques creativos y las nuevas narrativas están a la orden del día. Dentro de él, César trabaja en la coordinación de proyectos, pero también en la labor de verificación y desmentido de información falsa. Así, desde su experiencia en ese ámbito, y desde su formación previa y sus años de ponente y docente en universidades, César nos transmite su punto de vista sobre el fenómeno de las fake news.

 

 

Te hemos oído decir que “la mentira va a ser siempre más sexy que la verdad”. ¿Cómo crees que se puede hacer “más sexy” a la verdad’

La mentira es más sexy porque apela a los sentimientos y te toca directamente al corazón o a cosas que tú crees o cosas a las que temes.  Entonces, siempre va a ser más llamativa y por eso es más atractiva que la verdad, que muchas veces es más aburrida quizá. Creo que la única herramienta que podría haber es utilizar sus mismas armas comunicativas, que son básicamente su estructura narrativa, su estructura visual… Cómo se compone un bulo. Ahora mismo en España están surgiendo cuentas que parecen bulos. Muy interesantes a nivel profesional, pero quizá muy alarmantes a nivel personal. Cuentas que usan mucho una estructura, por ejemplo, de película bélica o de superhéroes, con  una música épica o incluso robando planos de películas bélicas o de superhéroes. Recientemente he visto alguno hecho con fragmentos de la película de Batman.

Hay un proyecto en Europa, no recuerdo muy bien el país ahora mismo, que me pareció muy interesante. Es un país en el que se sometían a votación muchas leyes. El pueblo participaba en muchos aspectos muy mínimos y la extrema derecha estaba tomando ventaja, porque con discursos de odio estaba teniendo muy fácil aprobar vetos que iban en dirección de la exclusión social de ciertas partes de la sociedad. Y hubo un grupo cívico que reaccionó a esto y usó el mismo lenguaje que usaban ellos para proponer el voto contrario al que proponía la extrema derecha en esas votaciones. Y habían conseguido ganarle el 80% de las últimas leyes que se habían promovido de esta manera. Quiero decir con esto que lo interesante es dominar el lenguaje de la misma manera que lo domina el creador de bulos y hacer la verdad atractiva de la misma manera.

Cuando estas “mentiras sexys” calan y generan nuevos estados de opinión sobre temas que la sociedad general considera superados, ¿deben los medios de comunicación debatir estos temas o se deben dejar a un lado al estar ya tan superados y ser un peligro volver atrás en ellos?

En parte es controvertido, porque darle un hueco en los medios de comunicación a ideas homófobas, por ejemplo, pues quizá pueda ser eso: volver un poco a discursos superados. O no tan superados. Es que también es difícil. No sabemos hasta qué punto en la sociedad calan ciertos discursos. Y también pasa en dirección contraria. Si damos por hecho los derechos sociales es bastante probable que los vayamos perdiendo poco a poco. Si damos por hecho factores de la convivencia que nos parecen a lo mejor éticamente básicos, podemos perder el foco y que alguien los amenace. Yo creo que el punto justo está en saber juzgar bien la viralidad de un discurso. Es decir, discursos de odio va a haber siempre, desgraciadamente. Darle un altavoz no es una buena idea. Ocurre constantemente. Las redes sociales, Twitter en concreto, son un altavoz que parece que hay más presencia de discursos de odio de lo que luego en la calle lo hay. O de ciertas tendencias, ¿no? Y personalmente creo que hay que rebatir todos los bulos que puedan amenazar la convivencia y el estado de derecho, pero sabiendo ponderarlo a través de cómo de grande está siendo esa conversación.

«La capacidad de adaptación va a ser fundamental para realizar bien la profesión en los próximos años» 

¿Qué tipo de penalización podría aplicarse a esos partidos políticos que sacan rédito a través de bulos y la desinformación?

Entiendo que la forma de sancionar a un partido político, según nuestro sistema actual y sin ser un experto, creo que serían las aportaciones económicas de ese partido, el dinero que recibe. Si no recibiesen subvenciones por promover informaciones falsas de alguna manera, quizá eso podría ser un freno. Creo que la mayor sanción que un partido político puede tener es la pérdida de votos. La pérdida de votos la generan los ciudadanos. Y la forma de que un ciudadano no vote a un partido político es estando informado de cuáles son sus actos y sus palabras, ¿no? Esa es la única sanción democrática real que puede haber.

Como ponente y profesor en universidades, ¿ves a los futuros profesionales de la información concienciados y preparados para enfrentarse al escenario de desinformación que ya vivimos y que viene por delante?

 Yo creo que no lo está nadie. No lo están ni los profesionales que están ahora mismo en los medios, ni creo que lo estén los alumnos. Todos los que damos clases sobre verificación o cualquier otra asignatura lo que intentamos es dar todas las herramientas disponibles que nosotros conocemos y dominamos para esto. Yo he estado dando clases en el Máster de Periodismo Documental de la [Universidad] Carlos III durante tres años seguidos. Y las herramientas que di el primer año el tercer año algunas ya habían caducado. No se trata tanto de salir de la carrera con una preparación, sino con las herramientas necesarias para adaptarse. La capacidad de adaptación va a ser fundamental para poder realizar bien la profesión en los próximos años. Porque van a salir herramientas nuevas. Porque van a salir formas nuevas. La verificación en España hace cuatro años no era una rama del periodismo como tal y ahora hay empresas periodísticas que se dedican a ellos. Entonces, creo que lo que hay que tener es capacidad de adaptación y de aprender nuevas herramientas.

El periodista y verificador César Peña

En los medios de verificación vivís con esa tensión entre la rapidez que se exige a los medios digitales, el tiempo que requiere la verificación y las “patas largas” de la mentira. A la hora de hacer un desmentido, ¿cómo se resuelve esa tensión? ¿Hay situaciones en las que acaba pesando más un factor que otro?

En verificación lo que pesa realmente es que el trabajo esté bien hecho. Evidentemente, el tiempo es una jugarreta. El tiempo está siempre para hacerte la puñeta. Pero nosotros no competimos en el tiempo. No competimos contra otros que quizá pueden ser más rápidos que nosotros a la hora de publicar un bulo. Nosotros necesitamos que la verificación esté bien hecha. Precisamente por eso, porque está en juego la imagen de marca de un medio público en el que tenemos la responsabilidad de que la gente confíe en él. Entonces, no nos puede importar ser los primeros en salir por muy importante que sea un desmentido. Evidentemente, si un desmentido fuese muy, muy, muy apremiante, lo que hacemos es mover a todos nuestros contactos de dentro y fuera de la casa para desmentirlo cuanto antes.

Ahora con la pandemia es un caso muy curioso. Porque nosotros habíamos hecho verificación, sobre todo, política. Habíamos trabajado en las dos campañas electorales de 2019. Y claro, de repente te ves en un escenario en el que lo que priman son los científicos. Y los contactos científicos de los que el periodismo se había olvidado durante mucho tiempo. Eso ha sido muy complicado, porque los científicos estaban ocupados resolviendo una pandemia mundial. Y están en ello, vamos. No ha cambiado en absoluto. Y de hecho creo que el paso del tiempo está agravando esa falta de disponibilidad por su parte. Entonces, lo importante para tener una verificación bien hecha es tener más de una fuente. Tener testigos. Y a partir de ahí construirla, ¿no? Explicar bien y reconstruir bien el bulo. Y explicar por qué lo es.

En las últimas elecciones el Gobierno creó un grupo de trabajo para combatir la desinformación, integrado por miembros de la Dirección de Seguridad Nacional, la Secretaría de Estado de Comunicación y los Ministerios de Interior, Defensa y Exteriores. ¿Qué opinas sobre la intervención del Estado en estas cuestiones, aunque sea mínima y coyuntural para elecciones?

Sí creo que es delicado. Yo no creo en la creación por parte del Estado de una herramienta de lucha contra los bulos sin más especificaciones. Sin más detalle. Así, a grosso modo, no. Yo diría: “no”. Sí creo que hay margen para que el Estado exista. Exista como verificador, me refiero. De hecho, un ejemplo para mí muy claro son las declaraciones de Donald Trump diciendo que quizá inyectar desinfectante podría ser una solución para luchar contra el coronavirus. Y que luego hubo en las 48 horas posteriores en el estado de Nueva York más de 30 llamadas a los servicios de emergencia de gente que había bebido lejía. Creo que hay un margen de contenidos en los que el Estado puede actuar. Contenidos de Salud Pública. Contenidos de discursos de odio. Por ejemplo, WhatsApp ha tenido problemas muy gordos en la India porque se han dado palizas a forasteros que llegaban a localidades. Se esparcía por WhatsApp una cadena en la que se decía que esa persona, con su imagen, era un pederasta. Y se han dado palizas hasta la muerte. Creo recordar que los datos estaban por encima de 100 personas muertas en la India a través de este tipo de cadenas en un año. Entonces, hay margen para que el Estado pueda actuar sobre ciertos contenidos, pero no veo que se pueda actuar sobre todos los tipos de contenidos. Porque al final habría un filtro editorial complicado.

«Para que el ciudadano del siglo XXI tenga un buen airbag contra posibles bulos tiene dos herramientas: el espíritu crítico y la educación tecnológica»

En el escenario en el que nos encontramos, la alfabetización mediática se hace una necesidad. Más allá de los medios verificadores, ¿qué herramientas crees que se le pueden dar al ciudadano medio para concienciarlo y que sea capaz de ver y analizar qué información no es verdadera?

La única herramienta que tenemos ahora mismo con el ciudadano es la educación y la información. Y de una forma que además se confunden entre ellas. Te diría que casi que es más importante la educación. Para que el ciudadano del siglo XXI tenga un buen airbag contra posibles bulos tiene dos herramientas: por un lado está el espíritu crítico y por el otro lado está la educación tecnológica, diría yo. Porque la mayor parte de estos bulos se comparten de forma tecnológica, ¿no? Y por mi experiencia las personas que comparten bulos son personas que no tienen unos hábitos de consumo digital de nivel experto, sino un nivel muy bajo. Es decir, los bulos se comparten a través de fotomontajes porque la persona que lo está compartiendo no piensa en buscar esa noticia que parece que la ha publicado El País poniendo a Pablo Casado como Paul Married. Buscarlo en la web de El País a ver si existe de verdad. Y si existe, compartir el link en vez de la foto. Pero no. Y no lo digo que lo hagan con mala voluntad, sino con una falta de conocimiento tecnológico, de cuáles son las herramientas y cuáles son las cosas que debemos usar. Por eso también durante la pandemia y el confinamiento hay tantos casos de phising. Porque nos falta educación tecnológica.

Y luego por otro lado el espíritu crítico que decíamos antes. Si apela a las emociones, si te da un argumento para criticar algo o critica algo y te enfada mucho, ponlo en cuarentena. Busca fuentes, infórmate. Y a partir de ahí, si quieres compartirlo porque es real, evidentemente está bien. “Busca antes de compartir”, sería la clave.

Nos ha parecido muy interesante el proyecto Guerra a la mentira que hicisteis en el LAB de RTVE, en el que fuiste guionista. ¿Cómo fue su desarrollo, cuánto tiempo llevó y con qué fin se creó?

Guerra a la mentira es un proyecto que nos lo propuso el equipo de En Portada. Nuestra compañera Yolanda tenía claro que quería hacer un reportaje para En Portada sobre la verificación de fuentes abiertas. Todo el trabajo que había hecho Eliot Higgins sobre este campo. Y nos vino a proponer que hiciéramos la parte interactiva. Entonces nos dividimos ahí ya un poco. El reportaje lo centró en la figura de Eliot Higgins y cómo él había desarrollado los procesos de investigación a través de fuentes abiertas. Y nosotros lo que hicimos fue una web que tiene la intención de empoderar al usuario. De dejarle claro que no hace falta ser un espía ni un hacker para llegar a esas fuentes abiertas, sino que tenemos todos acceso a ellas. Y que a través de ellas se pueden denunciar, como en el caso de Higgins, violaciones de los derechos humanos. Ahí se ramificó un poco la investigación. Yolanda se centró en esa parte y nosotros en la parte de la interactividad, de cómo enseñarle a un usuario, por ejemplo, a hacer procesos de búsqueda inversa de imágenes u otro tipo de verificaciones. Y el nexo de unión fue, sobre todo, el realizador del reportaje y de las imágenes del interactivo, que fue Marcos Martín, miembro del equipo del LAB, que hizo la realización de los dos reportajes.

El tiempo que le dedicamos a la parte interactiva fueron cerca de cuatro meses. Tres meses y algo. Porque eran unas herramientas de verificación que nosotros no controlábamos en ese momento. Primero hubo que desarrollar el expertise de cómo funcionan y a partir de ahí interpretar cómo sería la manera más fácil de mostrárselo al usuario. Cómo podemos hacer una narrativa en la que va evolucionando como si fuera un grupo de WhatsApp falseado la relación del usuario con otros expertos que le van dando herramientas con las que puede completar tres casos que nosotros extrajimos de casos reales que ya se habían verificado. Y que tenían mucho interés porque se trataban de verificaciones de violaciones de derechos humanos. Esa fue la idea. Así estuvimos trabajando esos tres meses en el desarrollo de esos proyectos.

 

«Si apela a las emociones, si te da un argumento para criticar algo o critica algo y te enfada mucho, ponlo en cuarentena»

 

 Yo creo que la verificación de fuentes abiertas y todo el trabajo que hizo Eliot Higgins con Belingcat en el fondo se puede interpretar como un pequeño tirón de orejas al periodismo actual. Porque de repente una persona que se dedicaba al área de Recursos Humanos se quedó en el paro y se puso a investigar por su cuenta. Aparte de que él tiene que tener una personalidad especialmente metódica y puntillosa. Pero yo creo que él desarrolló unas habilidades que el periodismo de investigación en su extrapolación del periodismo analógico al digital había perdido, ¿no? Había perdido ciertos hábitos de contrastar y de un trabajo muy de minería, en el fondo. Sin contar con el Big Data. Entonces creo que está muy bien que recojamos ese guante desde el periodismo y nos pongamos al día.