»Quien tiene las patas muy cortas es la verdad, que circula más despacio que las fake news’’. Para David Varona, doctor cum laude en periodismo y redes sociales, la expansión de las nuevas tecnologías de la comunicación digital ha avivado el atávico fenómeno de la desinformación, convirtiéndolo en uno de »los grandes problemas de nuestro tiempo».

Gracia Sumariva Reyes (Redacción)

Entrevista realizada por Manuel Carmona Guerrero, María Hidalgo Pastor, Marina Mora de Alvear y Gracia Sumariva Reyes.

Cántabro, apicultor y actual profesor de Comunicación en la Universidad Loyola Andalucía, David Varona Aramburu es, ante todo, una institución del ciberperiodismo español. Lleva inmerso en el mundo del periodismo digital desde que fue contratado por Autopista.es, allá por 1998. Desde entonces, ha ejercido como redactor jefe de Participación y Medios Sociales de RTVE.es, trabajado como consultor de Nuevas Tecnologías para la FAO y colaborado con prestigiosos medios como El Mundo o Público. Además, es Doctor cum laude en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid con una tesis sobre el uso de las redes sociales por parte de los periodistas españoles.

Las fake news ha sido un fenómeno con el que ha topado bastante durante su dilatada experiencia profesional y que considera muy dañino para el correcto avance de las sociedades. El periodista nos recibe en el Campus Córdoba de la Universidad Loyola y propone que busquemos un sitio cómodo para hablar; tiene mucho que contar.

Hola, David. Antes que nada, te agradecemos que estés hoy con nosotros. Estamos viviendo el boom de las fake news. Para empezar, ¿cómo definirías este fenómeno?

Las fake news no son un problema especialmente nuevo, siempre ha habido fake news, lo que pasa es que ahora tenemos un fenómeno de fake news aceleradas, por la tecnología, por las redes sociales, por la expansión de internet, la telefonía móvil… todas estas herramientas. Al final, el fenómeno es algo fácil de describir: alguien pone a circular noticias falsas, malintencionadas… lo que llamamos mejor desinformación que fake news; y esas noticias llegan a públicos cada vez más masivos que contribuyen, a su vez, con las posibilidades que ofrece la tecnología, a una difusión mayor y a que lleguen a públicos todavía más amplios. El fenómeno en sí no es nuevo, solamente que ahora tiene características diferentes, por eso que os comento que la tecnología acelera y agrava los procesos.

Entonces, ¿son, en general, creadas por particulares o el papel de estos se ciñe más a la mera difusión?

La verdad es que hay de todo. Hay quien considera que la mayor parte de las fake news proceden bots, de chatbots o de robots, sobre todo en redes sociales, pero no es así. Hay también fake news que proceden de medios de comunicación que se dedican a la producción de noticias directamente falsas o malintencionadas, bueno, de desinformación en general. Hay particulares que contribuyen a crear y, sobre todo, a difundir noticias falsas, y también hay un porcentaje no mayoritario pero importante de noticias difundidas por chatbots, robots, que están generando información y difundiendo información falsa, especialmente en redes como Twitter o Facebook. Pero no se puede acusar más a particulares que a empresas. Yo creo que está bastante dividido, de una manera muy equitativa.

 

Con tal cantidad de actores involucrados, ¿podría hablarse de la existencia de una industria de las fake news?

Sí, desde luego que hay una industria de las fake news. Es una industria muy compleja, muy amplia que abarca muchas facetas de la comunicación hoy en día. Por un lado, tendríamos medios de comunicación, vamos a decir normales, convencionales, que aprovechan el río revuelto para dar noticias que son verdades a medias; que exageran el titular; que mienten en el titular y, luego, en el cuerpo dicen otra cosa. Muy habitual. Imagínate, un titular de una dieta milagro con la que adelgazas en cuatro días y, luego, no existe esa información. El titular vende y hace muchos clics que generan impacto, y generan dinero. Otros medios de comunicación que, a río revuelto, y sobre todo desde el ámbito de la política, están manipulando, están mintiendo, están lanzando informaciones interesadas que tienen un claro matiz político. Eso sería una parte de la industria más limitada, que tiene una intención sobre todo de generar y alterar la opinión pública. Habría otra industria de medios directamente falsa. Creamos noticias que son mentira, simplemente para que circulen, porque son llamativas. Aprovechan la fuerza de las redes sociales y la credulidad de la gente, y generan muchísimo dinero.

Ahí, cabe, también, hablar de quién se lucra con esto, porque habría que diferenciar entre dos formas de lucrarse con las fake news. Por un lado, aquellas fake news o desinformaciones que buscan alterar el discurso político y generar un estado de opinión. Tienen un claro interés político, social, económico; pero, sobre todo, político. Y las fake news que están montadas para ganar dinero aprovechando los recursos de la publicidad digital. Este modelo es muy sencillo. Creo una noticia falsa, compro publicidad en Facebook, por ejemplo, o Twitter; pero, sobre todo en Facebook, para que circule muy rápido y mucha gente la vea dentro de la red. Esa gente la va viendo, va viendo esa publicidad. A medida que esa gente pincha en la publicidad, genera ingresos; ingresos en los que se lucra la persona que crea la noticia falsa y, además, la empresa que vende la publicidad, que normalmente es Google a través de su programa Adsense, que es quien distribuye un porcentaje muy alto de la publicidad que se distribuye en el panorama digital hoy en día. Entonces, hay una industria muy poderosa creando fake news, tanto desde el punto de vista de la creación de opinión como desde el punto de vista puro y duro de ganar dinero. Y, cabe señalar, que hay grandes redes sociales beneficiándose de esa distribución y, también, buscadores y servidores de publicidad, que se llevan una parte de la tajada de la publicidad, como, por ejemplo, Google.

Hablabas antes de la rapidez de la difusión de las fake news, ¿es más difícil desmentir una fake news que difundirla?

Es mucho más difícil desmentir una fake news que difundirla. Difundirla es tan fácil como hacer un retweet o un reenviar en WhatsApp o compartir en Facebook o lo que quieras. En cambio, desmentirla es un proceso muy laborioso. Primero, porque hasta que es fehacientemente desmentida pasa un tiempo durante el cual sigue circulando. Después, porque las personas que comparten algo que es mentira no suelen tener después el decoro de decir a los seguidores y/o amigos «Oye, lo que os he compartido es mentira’’. En algunos casos, como mucho lo borran. Pero, en la mayor parte de los casos, no hacen nada, con lo cual, el efecto es que se sigue reproduciendo, porque ese contenido sigue circulando gracias a su inacción a la hora de no eliminar el contenido falso, interesado o desinformativo, lo que sea. Se suele decir que la mentira tiene las patas muy cortas, pero no es verdad; quien tiene las patas muy cortas, en este caso, es la verdad porque circula mucho más despacio que las fake news.

 También, las fake news suelen ser muy atractivas. Apelan al sesgo de confirmación y a otros muchos sesgos, que hacen que la gente quiera compartirlas. Sucede que, además, nos paramos muy poco a leer la información. Leemos solamente los titulares, como mucho la entradilla, y compartimos. Eso es un peligro porque muchas noticias que compartimos, porque nos ha llamado la atención el titular o la entradilla, si después leyéramos el cuerpo de la información, nos daríamos cuenta que no tiene que ver la información real con lo que están diciéndome en el titular. Eso es un peligro que alimenta a este fenómeno de las noticias falsas o de la desinformación.

El fenómeno de las fake news es bastante complicado y heterogéneo. Como bien decías, se trata de algo que ha existido toda la vida, pero que se ve agravado por la tecnología.  Nos gustaría que nos definieras un par de términos que tenemos preparados, que reflejan a la perfección esta relación.

Sí.

¿Qué son los crisis actors?

Bueno, la estrategia de crisis actors, que es como se ha llamado de alguna forma, es una manera de actuar muy inteligente de los creadores de fake news. Lo que hacen es lo siguiente. Ellos quieren lanzar una idea, la que sea. Imaginemos, por ejemplo, la más conocida; ellos sostienen que, en Estados Unidos, los tiroteos que se producen en colegios o centros comerciales son falsos y son, simplemente, una escusa para eliminar la tenencia de armas en los particulares, que en Estados Unidos está muy extendida. Entonces, lo que se les ocurre es decir que esos tiroteos son falsos y lo demuestran, o pretenden demostrarlo, diciendo que las personas que aparecen en ellos son actores, que los denominan crisis actors, actores de crisis. Esto está muy bien pensado porque lo que hacen, previamente a esto, es generar una serie de páginas web, vídeos en YouTube, por ejemplo, de contenido esparcido por Internet, que es fácil de encontrar si uno busca crisis actors. De tal manera que cuando una persona recibe, a través de una red social o de WhatsApp, por ejemplo, una imagen que dice que los tiroteos son falsos, son crisis actors o actores de crisis, automáticamente lo que hace es ir a Google, va a poner crisis actors y le van a aparecer ciertas páginas que están montadas ad hoc para aportar esa idea de que no existen los tiroteos, que son actores realmente las personas que aparecen en ellos. Y, esa estrategia de fake news es muy interesante porque para cuando se consigue desmontarse ya ha hecho su efecto, y ya están con otra estrategia. Los medios van muy a remolque desmintiendo estas páginas. Entonces, esto es una idea muy bien pensada y muy, muy inteligente.

Pasando a otro término, ¿cómo definirías deep fake?

Las deep fake son una forma de fake news o desinformación que consiste en utilizar inteligencia artificial para modificar un vídeo; mejor dicho, para generar un vídeo en el que una parte está recreada por inteligencia artificial. Por ejemplo, se toma a un orador, véase Obama, que es el caso más conocido. Y, la parte de su boca, lo que se llama en cine o en televisión el lip sync, cómo mueve la boca, es alterado por inteligencia artificial, y sustituidas sus palabras por palabras suyas desconectadas de otros discursos, que montadas en el orden que interesa dicen cosas que el nunca dijo. De tal manera que se monta el discurso, por un lado, con palabras reales suyas, pero reordenadas y, luego, se hace ese lip sync; el movimiento de su boca se recrea por inteligencia artificial, se reproduce. El resultado fue un vídeo en el que Obama parece decir unas cosas que jamás dijo. Pero, a simple vista, especialmente visto en YouTube o en un teléfono móvil, pues no parece un vídeo falso. Se está utilizando por ejemplo para noticias falsas, pero, también, para pornografía falsa. Se cogen caras de famosos y se injertan en cuerpos de actrices porno desconocidas, para poder vender porno de famosos o de celebrities, que realmente no lo es.

Esta misma semana he visto el caso de un político de la India. Ya veis que en la India se hablan muchísimos dialectos y muchísimos idiomas. Entonces, el quería dar un discurso en un idioma que no dominaba, uno de esos muchos idiomas de la India que el no dominaba. Lo que hicieron fue falsear todo el discurso por deep fake y que pareciera que hablaba en ese idioma, que realmente no dominaba. Este ha sido el primer uso real en campaña política de las deep fake.

Ante todo esto, estamos viendo que hay una gran cantidad de iniciativa privada para combatir las fake news, pero ¿qué respuestas se deben de dar desde los organismos públicos?

Las respuestas a las fake news tienen que ser desde muchos ámbitos. Uno, desde los medios de comunicación, apelando a la ética y a la deontología, y tratando que los profesionales no incurran en este tipo de prácticas, y que tengan la independencia y la capacidad de decir a los jefes que no van a contribuir a difundir una noticia malintencionada. En fin, una noticia que desinforme, al fin y al cabo. Por otro lado, cabe reclamar a las administraciones públicas que inviertan en soluciones que tienen que ver con la tecnología, que tienen que ver con apoyar a los medios, para que estos puedan invertir también en este campo, y que tiene que ver sobre todo con la educación. Creemos que la principal forma de combatir las fake news es la educación. Tenemos que formar a los niños; empezar a formar a niños muy pequeños en consumo mediático sano. Es decir, que desde que tienen 4 o 5 años aprendan qué son las noticias, cómo se confirma una noticia, cómo se verifica; a dudar, tener espíritu crítico y todo eso. Eso es un proceso muy largo. Estamos hablando de una o dos generaciones para conseguir un cambio suficiente en los hábitos de consumo y en mecanismos de defensa frente a las fake news.

Por otro lado, tenemos la tecnología que está funcionando; es decir, las redes sociales están desarrollando tecnología que de alguna forma contribuye a la verificación o a modelos de verificación basados en la comunidad, que la gente levante alertas, que la gente denuncie, que la propia gente verifique. Tenemos inteligencia artificial trabajando en este tipo de soluciones, aunque todavía son proyectos muy embrionarios. Estamos muy lejos de que la inteligencia artificial pueda verificar y pueda ser un freno real a las fake news, pero es un avance, y por ahí también van los tiros. Yo confío mucho en tecnologías como el blockchain, todo este tipo de nuevas soluciones de verificación efectiva, de redes de verificación, que pueden contribuir a reducir los tiempos y, sobre todo, a frenar la expansión de las noticias malintencionadas o de la desinformación. En todo caso, las personas interesadas en difundirlas siempre van a estar por delante de los que luchan contra ellas, porque están mucho más interesados, ganan más dinero y tienen muchísimos más intereses en que esto prospere. Entonces, esto va a ser una carrera en desventaja.

La solución, yo creo que a largo plazo está en la educación. Contar con una población más educada hará que sea una población capaz de defender y estar más protegida. Si miramos, por ejemplo, a Francia, ya ha metido es el currículum escolar en niños pequeñitos este asunto, pero nosotros todavía no; ni siquiera se plantea. Con lo cual, más allá de iniciativas aisladas de profesores que son conscientes de esto y tratan de que sus alumnos tengan una formación extra, tenemos que luchar para que los gobiernos tanto nacional como autonómico, lo integren en los currículums educativos desde muy pronto, para que los niños crezcan aprendiendo a defenderse de este problema que es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo.